NO PASA NADA
Pueden llamarme chulo, pero evitaré caer en la vulgar tropelía de recurrir al primer
ejemplar de la presente publicación para revisar las declaraciones de su editorial. ¿Me
permiten, pues, un levemente arriesgado ejercicio adivinatorio al respecto?
Anoten, a modo mental, algunas de las expresiones y giros lingüísticos que allí se
debieron de incluir con sospechable seguridad: grupo de aficionados, humilde
aportación a la escena, ilusión con la que nace este proyecto
parafraseos todos
ellos ya conocidos por el apreciado lector, pues no ha lugar a dudar que también vdes.
mismos han recurrido a ellos para dar merecido cojín protocolario de salida a sus
respectivas iniciativas. Evitemos el engaño: probablemente los cabezas visibles de
MagazineZX tienen tanto de excelso y privilegiado en materia gris como lo que usted o yo
de criadores de canarios-flauta: bípedos ellos, machacas del bolígrafo o teclado para
con sus sufridos artículos, juntamnemónicos ocasionales, otros antes bien ávidos de
mostrar sus reflexiones en negrita. Buscando y a su vez ofreciendo, en definitiva, ese
espíritu del cinco de noviembre (si los lóbulos de don Arias Navarro me permiten la
licencia) que por esos entonces aún emanaba la misa perpetua por Nuestra Señora de
MicroHobby, con el latente deseo de que la pueril letra de cada uno de ellos fuera en
cualquier momento revisada, corregida, vilipendiada o hasta enculada por terceros antes
que acribillada por racimos de inocuos alabos de tampón. Nada que no responda a una
modesta y primigenia ambición que, como ya comentaba, también hemos experimentado tanto
usted como un servidor.
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Pecaríamos de hombres desactualizados si no admitiéramos que, pasados seis años desde su
alumbramiento, el contexto bajo el que la revista vio la luz ha cambiado
considerablemente. ¡Celebremos estar vivos!, proclamó el honorable doctor Barnard en
uno de sus más afamados discursos
y poco se podía imaginar dicho cardiólogo que su
exhortación sería tan cuantitativamente aplicable, años después, por lo que a la aldea
global se refiere: aquí estamos cada uno de nosotros echando mano de twitters,
facebooks, pdfs caseros y demás flora para reclamar, ¡qué menos!, un mínimo espacio y
éter para nuestros gritos binarios.
Y metidos en generalizaciones, es perfectamente normal que, con menos o más brevura,
todos hayamos sucumbido al mismo virus. Ya ve usted; ahora va a resultar que ésta
nuestra comunidad virtual ya tenía más que interiorizado el ínclito Yes, we can mucho
antes de que éste empezara a oler a chamusquina: el yo también existo como santo y
seña; el llano y consecuente camino a la aceptación en general y a la (casi siempre)
postrera ansia de autoaceptación en particular
Meridiana resulta la comprensión no del todo adecuada de tal retahíla de herramientas.
Ahí están nuestras nuevas publicaciones, sometidas a la frágil continuidad que sólo a
posteriori hemos sabido detectar. Ahí quedan las entradas a nuestros portales y blogs;
paridos y criados con vocación de Kaaba de ese vintage que nos concierne, y que saciamos
con únicas e intransferibles sapiencias, pero que a plazo indefinido acaban por
convertirse en perfectos ventiladores de vanidades, complejos, amagos autolesivos y
hasta rencillas de trinchera. Blogs sin receta previa y de posología a la carta, a los
que sin ápice de duda hoy día se referiría Warhol en su imperecedera profecía, dejando
definitivamente de lado a la caja tonta como símil de referencia. Maestro Onán; cuánto
darías por reclamar un merecido descanso a tu memoria
Somos, si se me permite, víctimas de una saciedad mal digerida. Y no sólo hemos aprendido
a convivir con el cólico, sino que ya no nos vemos correspondidos si no lo embutimos y
proferimos por él nuestra profunda estima. ¿O me va a negar, acaso, que de entre sus
opulentas selecciones de emepetreses de tapadillo se habrá escuchado apenas un diez por
ciento de los mismos? Aplique rasero similar para cuantos cientos de .tzx se le ocurra
imaginar; para cuantas enésimas revisiones de Dustin o Target Renegade haya parido madre
o estén en camino de engendrarse; para cuantos proyectos hardware o brillantes nuevas
rutinas hayan sido o sean, respectivamente, implementados o mejoradas. Razone muy, pero
que muy desapasionadamente si es coherente pensar que somos capaces de provocar las
mismas erecciones ajenas de antaño
y más aún, piense hasta qué punto y con qué
frecuencia esas loables labores ajenas se la ponen dura a usted. Nadie, llegada tal
saturación de outputs potenciales, es capaz de juzgar correctamente su calentura a estas
alturas sin empezar a confundir preocupantemente Naomis Watts con ocasionales Supremas
de Móstoles al uso. Pero no se alarme en mesura alguna. Nada mórbido (le) acontece;
compartimos vivencias al respecto (?).
Y con tantas tintas cargadas de por medio a base de fanzines, entradas blogueras y demás,
hemos ido olvidando paradójicamente al gran calamar. Ése al cual apuntamos todos y al
que, aun pretendiendo alimentarlo, puede que estemos subministrando complejos
vitamínicos tan generosos como a la par estériles (si no han tenido a bien acceder a la
fábula de Arturo y Clementina de Adela Turín, háganse con una copia de la misma y me
agradecerán el favor, al tiempo que se situarán en las coordenadas precisas). Un calamar
al que comúnmente venimos conociendo como escena, y que si de algo adolece es que en
su jodidamente ya larga trayectoria todavía no hemos sido capaces de poderle hacer una
instantánea; que esperamos, para tal fin, que en algún momento se le ocurra sonreír,
cuando lo que en realidad está deseando es que se le encuentren un rostro y una entidad
finalmente tangibles; un calamar al cual tanto omega-3 entusiástico, tantísimo software
de nueva factura, tanto review y tanto guarismo en participación forera le ha conllevado
una atrofia aguda de movimientos peristálticos por no ofrecérsele tal banquete
mínimamente masticado tal y como merece. Que sabe que la suma de tantas partes no forman
su todo, y por tanto, que por mucho que ilusionadamente saquemos la regla para medir (y
especialmente medirnos, mutua y recíprocamente) nuestras respectivas chorras, no
conseguiremos sacar al único y gran falo escénico de su preocupante flacidez.
Como ente integrante de la movida (por así decir), MagazineZX no habrá posiblemente
escapado de esa inercia. Decía hará unos tiempos, y literalmente, un tal Alfonso Armada,
en su retiro gallego y a raíz de su golpe de timón interruptus: en mi juventud yo
devoraba los periódicos, veía la televisión, estaba constantemente pendiente de cuanto
en el mundo ocurría o dejaba de ocurrir
hasta que por fin me di cuenta de que ese mundo
seguía tranquilamente su curso, sin que yo debiera de hacer nada por influir en ello.
Al campechano ex-general, ya en obligada reserva, es obvio que le hubieran convenido
unos efectivos pokes a tiempo. Aliviémonos por ello, pero a su vez quedémonos con el
poso de su reflexión: a nosotros, que sí disponemos de ellos, se nos han atragantado
cosa mala las vidas infinitas. Nos hemos convertido, fíjense, en brillantes músicos;
músicos, como Mario Abraham Kortzclap, especializados en la versátil tonalidad de Mi
Mayor. Porque la carne es débil; pero quién sabe si también esa flaqueza haya acabado
salpicando todo lo que afecta (sin orden ni prioridad expresa) a esos mi artículo,
mi fanzine, mi programa, mi avatar, mi dominio blogspot o, en certero destino, a
mi opía (Luis Sánchez Pollack dixit). Voluntario me ofrezco si es preciso, quede
dicho, a empezar la cola de aquellos que, como el menda, interpretan (y creo que
interpretan con razón) que de humanos es errar.
Sobra rasgar vestidura alguna, en conclusión. Si me permiten recuperar el referenciario
ubicado en Armada y la llamada transición, les presto una segunda mención literal de
otro de los personajes paradigmáticos de dicho periodo histórico; en este caso, del
otrora cabal Adolfo Suárez, quien todavía en tiempos del régimen tuvo la nada deleznable
osadía de sugerir: vamos a elevar a la categoría de normal lo que a nivel de calle es
simplemente normal.
Amén Jesús, señor duque. Los propósitos iniciáticos de MagazineZX puede que hayan
cumplido su comedido, o bien es juzgable que no haya sido así. Los popes culpables de la
misma, en cualquier caso, consideran cerrado el ciclo que le ha tocado en suerte vivir.
Obviemos coletillas y desquites al estilo cierre definitivo, no hay vuelta atrás,
caiga quien caiga
; saben estos señores, desde la más absoluta serenidad, que ni va a
caer ni debe caer nadie. Todo forma parte de la normalidad, de esa normalidad de la que
hoy apetecemos beber.
A otra cosa, pues. Y valga esto como ejemplo fiel de lo que va a implicar la acción
futura de sus integrantes (a decir verdad, también lo ha sido y lo fue presente y
pretérita). Siguen y seguirán sus actividades individuales y conjuntas de pestaña
quemada desde el mismo instante en que cesa ésta su iniciativa menos silenciosa. Boicot
al decibelio que no debiera resultar extraño para el lector que sepa y conozca de ellos.
Se abre un poquito más de tiempo, para ellos digo, de cara a optimizar sus respectivas
actividades de la vida diaria; de cara al cultivo interpersonal. Por supuesto, también
en pos de la cultura escénica de carne y hueso. Y más aún, de cara a seguir sintiendo en
ocho bits sin que por ello tal base sea el patrón neuronal al cual verse
encorsetado.
Mando, a modo de albricias y congratulación, generoso ramo de camelias a sus
responsables; camelias encargadas directamente desde el Pazo de Santa Cruz de Ribadulla
(al parecer, unas de las más selectas de la provincia, de tan aserrado contorno como
perenne follaje). A ellos, transmitida quede la tranquilidad añadida de que la escena
seguirá incólume pese a su decisión. Y que no pasa (ni pasará) nada por tal
circunstancia, sea o no en consecuencia directa a su alto en el camino.
Una vez más: celebremos estar vivos, doctor Barnard.